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La vida de los grandes capos del narcotráfico no es muy duradera. Su suerte suele ser o una tumba, como las de Pablo Escobar o Amado Carrillo, o una celda, como las del “Chapo Guzmán” o las de los hermanos Rodríguez Orejuela. Lo mismo vale para los traficantes y bandas que controlan a punta de violencia cuadras y pasajes en nuestras poblaciones. Los narcos y sus soldados caen, pero el dinero sigue ahí. Y no está enterrado en la selva o el desierto ni guardado en el entretecho de una casa, como la caricatura que han generado las series de Netflix, sino que ha sido absorbido e invertido en el sistema financiero gracias a la complicidad activa y pasiva de los principales bancos del mundo. Los verdaderos narcotraficantes.
Cuando el narco salvó al capitalismo
Es el número 745 de la Séptima Avenida en Nueva York, Estados Unidos. Dirección de un edificio con un ruidoso y constante movimiento pero que el 15 de septiembre del 2008 parecía un cementerio. “Lehman goes bankrupt” se leía en las calles anunciando la caída de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión más grande del Estados Unidos, que se declaraba en quiebra tras 158 años de existencia, convirtiéndose en el símbolo de una crisis desatada por la especulación desenfrenada con los activos inmobiliarios que terminó arrastrando a toda la economía mundial en un escenario que no se veía desde la crisis de 1929.
Los bancos e instituciones financieras fueron rescatados por los gobiernos para evitar su caída, es decir, el dinero público se usó para salvar a los responsables de la crisis, mientras los fondos de pensiones se evaporaban, el desempleo se desataba, los servicios y programas sociales se recortaban y los activos aún en manos estatales se privatizaban. Se adoptó como política (hasta nuestros días) el concepto “too big to fail” (“demasiado grande para caer”), que quiere decir que hay bancos y entes financieros tan grandes que los Estados no pueden dejarlos quebrar pues su caída podría arrastrar a toda la economía mundial a una nueva crisis.
El dinero público salvó a los bancos y a sus dueños y administradores, pero no fueron los únicos. Un dinero invisible, ilegal y manchado de sangre también acudió al rescate. En diciembre del 2009, Antonio María Costa, entonces Director Ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, sostuvo que había evidencia de que los ingresos del crimen organizado, particularmente del narcotráfico, fueron utilizados para salvar a los bancos. En una situación de crisis en donde no había liquidez y los bancos se negaban a prestarse dinero entre ellos, el dinero en efectivo de los narcotraficantes fue inyectado al sistema, lavado y gracias a esto la banca y el sistema financiero mundial pudo mantenerse en pie(1).
Esta situación no debería extrañarnos considerando la estrecha relación que bancos y narcotraficantes han tenido.
Un negocio de normes cifras
De acuerdo a los reportes de Global Financial Integrity(2), el negocio del tráfico de drogas genera entre $426 y $652 mil millones de dólares al año, de los cuales entre $80 mil y $90 mil se generan en el continente americano(3). Una cifra enorme para un mercado de 275 millones de consumidores según el último Informe Mundial de Drogas de la ONU(4). Como mencionamos en un comienzo, tal cantidad de dinero no puede esconderse en un hoyo en el campo o en el entretecho de una casa.
Para poder usar el dinero obtenido de forma ilícita, ocultando su origen, este debe ser “lavado”. El lavado de dinero (también llamado lavado de activos o blanqueo de capitales) es un conjunto de procedimientos que introducen en el mercado financiero el dinero generado por actividades delictivas, de forma tal que parezca que fue generado de forma legal. Si bien su origen es tan antiguo como el dinero mismo, la palabra “lavado” viene de las lavanderías de ropa que las mafias estadounidense de los años 20’ del siglo pasado usaban para esconder el origen ilícito de su dinero. Al recibir pagos principalmente en metálico (monedas), las lavanderías mezclaban los ingresos generados por los servicios de lavado con el dinero proveniente del contrabando, la extorsión, el tráfico y la prostitución, declarándolos todos como ingresos legales de la lavandería ocultando así su origen. Este mecanismo simple sigue siendo utilizado hoy en día, o sino échele una mirada al negocio de taxis o de peluquería del narcotraficante de su población.
En el caso del narcotráfico, esta es una industria mundial que funciona como una cadena de valor que contiene múltiples actores, etapas y territorios, cada uno de los cuales va generando dinero que necesita ser lavado de alguna forma. Pensemos en la cocaína. Esta tiene en su eslabón más bajo a campesinos o hacendados en Perú, Colombia y Bolivia que cultivan la hoja de coca y realizan una primera etapa de procesamiento; luego vienen los productores-procesadores que adquieren precursores químicos para realizar la última fase de la producción, siendo esta controlada generalmente por los carteles; una vez procesada entran en juego los traficantes, que realizan el transporte y el contrabando (por aire, mar y tierra), siendo unos pocos carteles los que controlan esta fase que involucra a transportistas, funcionarios estales corrompidos, seguridad armada, puertos, etc.; una vez internada la droga en el país de destino esta pasa a manos de mayoristas y distribuidores intermediarios, los cuales se relacionan con los carteles pero no son parte de estos (pudiendo también los carteles contar con sus propios distribuidores en el país); finalmente, está la venta minorista (dealers) que compran la droga a los mayoristas o intermediarios para venderla al detalle en las esquinas, lugares de esparcimiento o por delivery. En algunos casos, los carteles controlan todas las fases (integración vertical), en otras sólo algunas o una fase en particular. De todas estas fases la que genera mayor ganancia es la de tráfico hacia los países consumidores: transportar y cruzar la droga por la frontera produce ganancias por un 1200%; mientras que la ganancia que obtiene el mayorista por vender a un intermediario es de 100% y la venta del intermediario al vendedor local es de un 250%(5).
Las grandes ganancias de los carteles vienen entonces de las operaciones de transporte e ingreso de droga a los países consumidores, principalmente Estados Unidos y Europa. ¿Y dónde quedan esas enormes ganancias?
La complicidad de la banca
El año 2011 la ONU estimaba que los carteles del narcotráfico lavaban en el sistema financiero global $1,6 billones de dólares al año, de los cuales 580 mil millones se lavaban en Estados Unidos(6). Mientras las bandas de narcotraficantes se matan entre sí y sus líderes terminan muertos o en la cárcel, los banqueros, en el mejor de los casos, han recibido como máximas sanciones algunas multas cuando ha sido puesta en evidencia su complicidad y rol activo en el lavado de dinero. Carteles y narcos pasan, pero el dinero acumulado por los bancos queda.
El año 1998 estalló un escándalo internacional cuando el Departamento del Tesoro de Estados Unidos anunció la culminación de la “Operación Casablanca” y expuso sus resultados. Durante dos años, 65 agentes encubiertos se hicieron pasar como intermediarios entre bancos y los carteles de Cali (Colombia) y Juárez (México)(7), detectando múltiples operaciones de lavado protagonizadas por bancos mexicanos (Bancomer, Banca Serfin, Banco Confia, entre otras 12 instituciones(8)) y el Citibank estadounidense. En el caso del Citibank (del Citigroup), este banco lavó 63 millones de dólares del Cartel de Juárez a través de su sucursal de Nueva York, de los cuales 12 millones fueron lavados a través de entidad financiera argentina Mercado Abierto y su banco pantalla M.A. Bank Limited con sede en las Islas Vírgenes Británicas (un paraíso fiscal)(9). Nótese la escala mundial de las redes de lavado.
Pero la banca estadounidense no se detuvo con la Operación Casablanca. American Express Bank International de Miami pago multas por actividades ligadas al lavado de dinero del narcotráfico entre 1994 y 2007; las sucursales de Oklahoma City del Bank of América fueron usadas para comprar aviones para narcotraficantes; en tanto que Western Unión debió pagar 94 millones por recibir sobornos para el traslado de fondos de manera ilícita(10).
En 2006 se descubrió que el banco Wachovia de Estados Unidos había permitido el ingreso al sistema bancario de 100 millones de dólares del mexicano Cartel de Sinaloa. El banco se vio obligado a reconocer la acción y pagó multas por 160 millones de dólares (ese año sus ganancias fueron de 12 mil millones de dólares), pero nadie fue a la cárcel(11) y, es más, siguió lavando dinero del narcotráfico. En 2011 se denunció que Wachovia utilizó sus cuentas para transferirle millones de dólares al mexicano Cartel de Los Zetas utilizando 22 “casa de cambio” en México, blanqueando, además, el efectivo usado para transportar 22 toneladas de cocaína hacia Estados Unidos. Wachovia transfirió 378 mil millones de dólares hacia México (un tercio del PIB mexicano)(12).
El 2012 el Citigroup fue acusado de lavar 70 millones del Cartel de Los Zetas y de enviar decenas de millones de dólares del narcotráfico a Colombia(13). Al año siguiente tuvo que pagar casi 100 millones de dólares por negligencia y falta de supervisión a su filial mexicana Banamex USA, que permitió el envío de 8.800 millones a Estados Unidos. El Bank of América fue acusado de haber permitido el lavado de dinero del mismo cartel, a través de una empresa en Texas dedicada a las carreras de caballos, pero la investigación no prosperó. Pero, lo que sí prosperó, fue la investigación contra el HSBC Bank USA (sucursal estadounidense del HSBC Holdings Plc del Reino Unido). Cientos de millones de dólares fueron lavados por el HSBC entre los años 2006 y 2010, provenientes del Cartel de Sinaloa y del Cartel del Norte del Valle de Colombia. Los narcos mexicanos usaron cuentas del HSBC para mover fondos entre sus sucursales en México y Estados Unidos, recibiendo depósitos en efectivos por cientos de miles de dólares todos los días, los que eran enviados en camiones o aviones a Estados Unidos. Sólo el año 2008 el banco habría lavado 4 mil millones de dólares, en un esquema que contemplaba una sede de la sucursal mexicana en el paraíso fiscal de Islas Caimán. A esto debemos sumar el lavado del Mercado Negro de Intercambio de Pesos (BMPE) que permitió mover las ganancias del narcotráfico desde Estados Unidos a Colombia. Por estos ilícitos, a los que se suma el lavado de dinero de organizaciones terroristas, el HSBC pagó una multa por casi 2 mil millones de dólares, pero nadie fue preso(14)(15).
En 2018 la filial en Estados Unidos del banco holandés Rabobank se declaró culpable por los delitos de conspiración para defraudar y obstruir las inspecciones de los organismos reguladores, admitiendo que su programa de prevención del lavado de dinero era “deficiente”. En otras palabras, Rabobank permitió que los carteles mexicanos lavasen dinero y ayudó en su encubrimiento. Poco más de 300 millones de multa tuvo que pagar Rabobank, lo que se sumó a las multas que había recibido en 2006 y 2008 por el mismo delito(16). También de Holanda es el banco ING, que tuvo que pagar a la justicia de ese país casi 800 millones de euros por permitir el lavado de dinero(17). En España las autoridades investigan a ING por sus vínculos con el lavado de dinero de narcotraficantes, proxenetas y políticos corruptos(18).
Para los bancos lo importante es que el dinero fluya en su interior, no importa de donde venga. Muchas veces toman un rol activo en el lavado de dinero del narcotráfico y otras veces su rol es más pasivo, mirando hacia el lado y no reportando a los organismos reguladores la existencia de transacciones o clientes sospechosos. El año 2019 hubo una filtración masiva de documentos de la Financial Crimes Enforcement Network-FinCEN (una oficina del Departamento del Tesoro de Estados Unidos que analiza transacciones financieras para prevenir el lavado de dinero y otros delitos) hacia el portal de noticias BuzzFeed, quien lo envió al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación-ICIJ. 400 periodistas de 88 países analizaron los documentos, encontrando evidencia de cómo los principales bancos del mundo realizan negocios con clientes de alto riesgo sin tomar ninguna preocupación para prevenir el lavado de dinero, en otras palabras, “miraban para el lado”.
Narcotraficantes, políticos corruptos, redes de crimen organizado, entre otros, se encuentran entre los clientes de bancos e instituciones financieras como el Deutsche Bank (Alemania), The Bank of New York Mellon (Estados Unidos), Standard Chartered (Reino Unido), JP Morgan Chase (Estados Unidos), Barclays (Reino Unido), HSBC (Reino Unido), Bank of America (Estados Unidos), China Investment Corporation (China), Wells Fargo (Estados Unidos), Citigroup (Estados Unidos), American Express (Estados Unidos), Bank of China (China), Commerzbank (Alemania), Danske Bank (Dinamarca), First Republic Bank (Estados Unidos), Société Générale (Francia), VEB.RF (Rusia), Banco General (Panamá), entre otros. Dentro de los archivos de la FinCEN analizados se identificaron conexiones y transacciones con bancos chilenos: Banco de Chile (de propiedad del grupo Luksic y de Citigroup) con conexiones con el Deutsche Bank, el Banco Security conectado con Standard Chartered, y la extinta Intervalores Corredores de Bolsa. Sin embargo, no se entregaron detalles de los nexos entre estas entidades(19).
En este esquema mundial de lavado una piedra angular son los llamados “paraísos fiscales”, que son Estados o territorios con ventajas tributarias favorables a personas y empresas que establezcan domicilio en ellos. Entre estas ventajas se cuentan la exención o un pago muy reducido de impuestos y el secreto bancario, las que han permitido que las personas y compañías que ejercen actividades ilegales o busquen evadir impuestos, los usen para resguardar su identidad y dinero tal como ha quedado demostrado en los casos Panama Papers, Paradise Papers, Luxemburgo Leaks, Offshore Leaks, entre otros.
El lavado del narco chileno
Dependiendo de su tamaño, de si es un mero microtraficante local de esquina, de si es una banda con poder en la población o la comuna, de si es un intermediario o distribuidor mayorista, de si es una banda integrada o autónoma, etc., las modalidades de lavado de dinero serán más simples o más complejas.
Muchos de los traficantes que controlan nuestros pasajes y barrios ni siquiera lavan el dinero. Usan el efectivo a destajo gastándolo sin ningún cuidado y haciendo una permanente ostentación de los lujos adquiridos frente al resto de la población. Sin embargo, este tipo de bandas tienen una corta duración y su capacidad de expansión es limitada, aunque los niveles de violencia que desatan en el barrio son mayores. En un nivel de complejidad mayor tenemos a las bandas locales que sí realizan un esfuerzo por ocultan el origen de sus ingresos. Para estas el mecanismo es parar negocios que muevan efectivo y donde se haga difícil o imposible detectar si es verdad o no las fuentes declaradas de ese ingreso. Bajo este concepto han proliferado en los barrios las flotas de radiotaxis que no transportan pasajeros, los negocios de venta de comida extremadamente baratos, las peluquerías-barberías abiertas hasta las 3 de la mañana sin clientes, las máquinas tragamonedas en los almacenes, etc. Esto mismo se replica en un nivel un poco mayor con bares, restaurantes, “cafés con piernas”, estacionamientos, joyerías, casas de cambio, etc. El uso de testaferros (terceras personas que compran propiedades o realizan transacciones para el narcotraficante) que invierten en autos, casas, departamentos y terrenos, y la creación de empresas fachada, son también parte del esquema.
De acuerdo al VI Informe de Tipologías y Señales de Alerta de Lavado de Activos en Chile publicado por la Unidad de Análisis Financiero-UAF(20), entre el 2007 y el 2019 hubo 167 sentencias condenatorias por lavado de dinero, de las cuales 104 corresponden a delitos relacionados con el narcotráfico (con 205 condenados); más de la mitad. Los sectores económicos más vulnerados por los lavadores de dinero son las notarías, las automotoras, los bancos, los conservadores de bienes raíces, los agentes inmobiliarios y las casas de cambio; en ese orden. Vale la pena preguntarse si en muchos casos más que ser “vulnerados”, estos sectores no son derechamente cómplices activos o pasivos, pues también lucran del dinero que fluye.
La mayoría de los narcotraficantes usa testaferros para ocultar y disimular los recursos obtenidos, siendo estos, por ejemplo, los que compran los autos o propiedades inmuebles para el traficante. Para lo cual se les crea una fuente de ingreso creíble que permita la compra en efectivo o mediante transferencia o crédito bancario. Después de los testaferros, el segundo mecanismo más utilizado es la creación de personas y estructuras jurídicas, entre las que se cuentan sociedades de fachada (que tienen existencia física pero no realizan la actividad económica indicada en su giro), sociedades de pantalla (que mezclan dinero legal con dinero ilícito) y sociedades de papel (que no existen físicamente ni cumplen con la actividad indicada en su giro). El tercer mecanismo es el llamado “pitufeo” o fraccionamiento, en donde el dinero de dividido en pequeñas montos para realizar transacciones y no levantar sospechas, por ejemplo, depósitos o transferencias bancarias o cambio de monedas. El cuarto mecanismo es el uso de Gatekeepers, que son profesionales del área financiera o legal (abogados, contadores, asesores financieros, etc.) que apoyan a los narcotraficantes en sus transacciones. Y, por último, el “Black Market Peso Exchange” que es un conjunto de operaciones relacionadas con el cambio de divisas que permiten incorporar el dinero al sistema financiero.
Los productos financieros más utilizados por los lavadores son el dinero en efectivo, las cuentas bancarias, las transferencias de dinero, los créditos y los cheques. Del dinero decomisado entre el 2007 y el 2019, $2.430 millones estaban en efectivo (billetes, monedas y divisas) y $1.062 millones estaban en el sistema bancario (cuentas corrientes, depósitos a plazo y otros). Encontrándose el resto de lo decomisado en forma de bienes inmuebles, automóviles y otros, cuya adquisición también, en una parte importante, implicó movimientos dentro del sistema bancario. ¿Y la fiscalización de los bancos? Según los reportes de la propia UAF, en 2020 los bancos y casinos fueron las instituciones más sancionadas por infringir las obligaciones legales para prevenir el lavado de activos y el financiamiento del terrorismo(21).
En los distintos niveles de la cadena mundial del narcotráfico los bancos juegan un rol relevante. Desde el narco local que pide un crédito a través de un testaferro para comprar una casa o un auto que pagará con dinero ilícito, pasando por las casas de cambio que inyectarán el dinero ilegal al sistema financiero, hasta llegar a los grandes bancos de Estados Unidos y Europa. El que vende falopa o pasta en la esquina se la compró a un distribuidor o intermediario, este la compró a un mayorista, quién la compró a un cartel o la importó al ser parte de un cartel que la trajo desde los centros de producción y cuyas ganancias irán a parar a un banco. Así que el consumidor y el “angustiado” de la plaza también tributan para el capitalismo financiero.
Los capos del narco caen, las bandas que desatan el terror y la violencia en nuestras poblaciones se desangran, mueren y surgen otras nuevas, grades cargamentos son decomisados, de vez en cuando uno que otro empresario o funcionario corrupto va a la cárcel, pero el dinero sigue ahí y los bancos siguen en pie, impunes, lucrando. La pregunta es, entonces, ¿quiénes son los verdaderos narcotraficantes?
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